martes, octubre 24, 2006

PRESIDENTE, ¿UD. CUÀNDO FIRMÒ UNA TREGUA?...

En el periodo de 1984 a 1991, las FARC y el gobierno de Betancourt (y luego el de Barco-Gaviria) firmaron un cese al fuego, una tregua donde se pactó que no hubiera agresiones militares de lado y lado. La verdad es que hubo una tregua parcial, incluso en 1987 ésta se levantó en el Caquetá, pero si hubo un mínimo de atentados entre las partes. Posteriormente, a fines del Gobierno Barco y comienzos del Gaviria, se firmaron treguas con el M-19, el EPL y otros grupos guerrilleros que en su mayoría se cumplieron, es decir, prácticamente no hubo atentados. En el gobierno de Pastrana se realizó un experimento complejo: no había guerra en un pedazo del país, pero si la había en el resto. (Ya en estos tiempos se ha firmado un cese de hostilidades con las AUC, que estas han violado fragantemente sin que el estado o el gobierno haya reaccionado rompiendo el acuerdo). En síntesis, cuando se firma una tregua lo que se espera es que no haya atentados, ni de las guerrillas contra la fuerza pública, ni de la fuerza publica contra la guerrilla. Así, al menos, se espera.

Hasta el momento, que los colombianos conozcamos, nadie ha firmado una tregua o nadie ha decretado un “cese unilateral del fuego”: el ejército nacional no ha dejado, por ejemplo, de perseguir, de bombardear a los guerrilleros y especialmente a sus comandantes. Y mientras esto no se haya pactado, pues la guerra sigue. No se puede confundir un acuerdo formal con una serie de mensajes en los medios donde una parte le dice a la otra “camina hablamos”, y ni siquiera sobre diálogos de paz, sino sobre el imperioso acuerdo humanitario. Mientras no haya ceses de fuego o treguas, en dos municipios, en tres departamentos, o en toda Colombia como sucedió en el pasado, la guerra continua. Es su propia lógica.

Ahora bien, si las partes deciden dialogar sin haber firmado una tregua. Ambas se deben atener a las consecuencias, pues hasta que no se firme la tregua, seguirán los combates, seguirán los atentados. Y aún con tregua: el tortuoso proceso que vivió el M-19 y otros grupos en el camino hacia la paz definitiva: los atentados de los 80’s, los dedos perdidos de Laura Restrepo, la pierna cortada de Navarro, el asesinato mismo de Pizarro, muestra que muchas veces es más difícil dialogar que hacer la guerra y que sólo cuando se tiene una decisión clara al respecto, se puede avanzar. Mientras esa decisión no exista en los corazones grandes (o pequeños) no se avanza.

Otro aspecto que un estadista o un dirigente nacional debe tener en cuenta, es que siempre habrá enemigos, abiertos los menos, “agazapados” los más; de la paz, enemigos del diálogo y hasta enemigos del intercambio humanitario, y especialmente, que los hay de lado y lado. Es decir en la guerrilla siempre habrá un sector más político que militar y otro más militarista que político. De igual manera sucede al lado del establecimiento: aquí siempre ha habido, desde los gritos en el congreso de la república en los años 60’s de “acabar con las repúblicas independientes”, hace más de 40 años, seres que creen que todo se soluciona a bala y que no bastaron los años de la(s) violencia(s) liberal-Conservadora, que ellos mismos propiciaron, sino que debemos seguir en la senda al infierno.

Muchas dudas, muchas suspicacias, han surgido, Serpa -antes del atentado- el Lunes decía en TV que no creía en la voluntad de Uribe, Navarro el martes en la Cátedra Gaitan de la UN-IEPRI decía que la apertura, podría ser un juego buscando una excusa para seguir la guerra, yo, empero el miércoles envié un artículo académico titulado “Empate 2, Uribe 2: ¿Negociación real 2?”, pues creo que Uribe –inteligente- sabe que no derrotó a la guerrilla con ayuda gringa, menos sin la ayuda se habla de conspiración

Más allá de todo esto, me parece que lo más grave es que se ha confundido una tarea humanitaria con un diálogo de paz. La tarea del intercambio humanitario es una cosa. La tarea de la paz es otra. La del intercambio es imperiosa, pues como su nombre lo dice es “humanitaria”, la posibilidad de abrir diálogos de paz “una vez culminado este proceso” es otro escenario. El presidente puede haber mandado al carajo la posibilidad de un diálogo de paz que ni siquiera había comenzado: que no lo comparto pues nadie habìa firmado una tregua, pero el haber mandado al carajo el dialogo humanitario, es una acto alocado no digno de su coreado patriotismo

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